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Junior de Barranquilla: Un equipo de épocas

De ninguna manera los 97 años de Junior se podrían resumir en nueve títulos o cuatro eras, porque fenómenos del tamaño de un club de esa talla se entienden desde un todo conformado por varios elementos. Victorias, derrotas, negros, blancos y grises. Pero sí llama la atención la particularidad de que, salvo el de 2004, Junior ha sido un equipo caracterizado por tener bloques de pares de años de dominio. Más ráfagas que continuos, más cortoplacismo que proyección. Épocas en las que los títulos caen como lluvias torrenciales después de un largo tiempo de sequia.

El primer ciclo que tocó la gloria fue de la mano de José Varacka. El argentino que vino a cambiar la puesta en escena en la década de los setenta y se proclamó como autor intelectual de las dos primeras estrellas bordadas (1977-1980) en el escudo. Transformación en la idiosincrasia de los futbolistas y la priorización de un sistema defensivo sólido como método para entrar en el recuerdo de los miles que abarrotaban el viejo Romelio Martínez.

Junior tuvo que esperar 29 años para poder gritar campeón en Colombia, pero solo tres para conquistar su segunda estrella.

Pasaron trece años para que volviese a brotar otro equipo de Junior capaz de dar la vuelta olímpica. Julio Avelino Comesaña, alumno de Varacka y campeón como jugador, construyó la famosa ‘Juniormanía´ con futbolistas de Selección Colombia y lo mejor del talento local. El producto fueron temporadas de un fútbol alegre y estético que ganó la tercera y la cuarta estrella. La de 1993 con Julio y la de 1995 con Carlos ‘Piscis’ Restrepo, que heredó aquel equipazo que había alcanzado semis de Libertadores. Para algunos, la mejor época deportiva jamás vivida en Barranquilla.

El equipo campeón de 2004 fue la excepción a la regla. Después de algunos buenos procesos con Pinto, Miranovic y Comesaña, el Zurdo López tomó un plantel repleto de jóvenes surgidos en el club y firmó una de las más grandes hazañas que se recuerden en el fútbol colombiano.

El Junior campeón 2004 quedó eternamente en la memoria de los hinchas junioristas.

Pero tras algunas insólitas decisiones en la gestión deportiva, después de la quinta estrella el club se sumió en su peor estado en varias décadas, quedando al borde del abismo de la segunda división. Para poner la casa en orden, Julio Avelino volvió a un club al que nadie quería venir y lo salvó. Al mismo tiempo regresaban las contrataciones exitosas y ascendía una camada de futbolistas talentosísimos que llegarían a la final por tres años seguidos y lograrían los campeonatos del 2010 y del 2011. Con Diego Umaña y José Hernández, respectivamente.

Luego vendrían más años dando tumbos, pues no se supo gestionar el éxito y siempre faltaba algo más para dar vueltas olímpicas. Por suerte, en 2017 se pegó el volantazo y comenzó, quizá, el ciclo más exitoso. Comesaña regresó otra vez, y con él llegaron fichajes de mucho peso que le devolvieron la sonrisa a la hinchada. En cosa de tres años, cayeron cinco títulos y la primera final internacional. Hoy ya quedan pocos sobrevivientes de aquel plantel y se está escribiendo, con algo de incertidumbre, una nueva historia.

En 2018, el equipo vivió el mejor momento de su historia al llegar a su primera final internacional.

Las lecturas son varias. Si algo tiene Junior es que ha sido un club, en todos los sentidos, históricamente inestable. Acá puede retornar un técnico nueve veces y erguirse como el ídolo máximo, pero también puede haber uno que se vaya con apenas pocos meses de trabajo. Se puede quedar campeón con un equipo casi totalmente costeño y en la próxima temporada cambiar la apuesta y contratar de forma diferente. Se puede aplaudir y homenajear a aquellos referentes que engrandecen el escudo y al poco tiempo echarlos por la puerta de atrás y de manera polémica.

Es un fenómeno extraño e impredecible. Reflejo de una cultura y una ciudad que va a toda velocidad sin desacelerar en las curvas y en el asfalto agrietado. Junior, con lo bueno y con lo malo, no sólo es un equipo que despierta los sentimientos más viscerales, sino que también es el más grande de la Costa Atlántica. 97 años siendo un constante volcán en erupción a la espera de su próximo ciclo exitoso.

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