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El eterno retorno del resultadista

Por: Carlos Martínez Buelvas / IG: @carlitosmartinez703

Según Friedrich Nietzche y Jorge Luis Borges; todo lo que ocurre es infinito, todo vuelve a su eje inicial: como el río a su cauce. Así pues, el que nunca se sacrificó, su destino será el fracaso y el trabajador obtendrá su premio tarde o temprano. Así es la vida de un resultadista: calculador, su hambre de ganar no se sacia, es pragmático hasta para resolver una ecuación algebraica, porque en su forma de pensar prevalece el verbo vencer sin conjugaciones, pero con simplezas.

Por estas cosas, un resultadista no es bien visto por muchos: actor principal de quienes lo veneran y antagonista de sus detractores. Tal es el caso, de Luis Amaranto Perea. No obstante, en contra del timonel barranquillero, esta ciudad nunca ha sido afín a la figura hegemónica del resultado, sino al juego excelso lo que algunos llaman: “el paladar negro”. Sin embargo, para quien escribe, es más efectivo el pragmatismo, pero este estilo tiene sus formas, aunque muchos no lo reconozcan.

Cabe acotar que, para salir campeón, funciona el “paladar negro” como el “pragmatismo”, pero Junior con paladar negro solo ganó una Copa Colombia, de resto los demás títulos lo tuvieron reventando la pelota a cualquier parte, por penales y sacando a flote la máxima: “a Junior tienes que matarlo”. Ahora bien, Amaranto es pragmático y tan resultadista como el eterno retorno. Sin embargo, tiene errores, más por el aprendizaje en que está como técnico que por virtudes del rival.

Un equipo resultadista debe ser sólido defensivamente y contundente al momento del ataque. Así fue, el tiburón ayer contra un Santa fe que lo abatió el sol asfixiante del gigante de Ciudadela. En favor de Amaranto, hoy no hay público en las gradas ni la prensa ingresa a los entrenamientos para discutirles sus acciones. Pero no se necesita ser un erudito en la materia, para comprender que los jugadores le creen tanto el discurso, que hacen en cancha cosas que no sienten. Verbigracia, Sambueza cometiendo faltas descalificadoras a sus rivales o Miguel Ángel Borja discutiendo con los adversarios en la cancha, por citar un par de jugadores.

Tal vez, unos dirán que son cosas del partido, pero no. Eso es, la garra que impregna un resultadista, aquello que algunos llaman mística y que en Junior solo aparece en las finales de los campeonatos locales no en el ámbito internacional, donde la actitud de resultadista sigue en deuda. Es importante decirlo: no todos son resultadistas, algunos en el pasado se iban contentos del Romelio cuando Junior perdía, pero hoy se invirtieron los papeles. Felicidad en el triunfo y furia en la derrota, en otras palabras: la única verdad es ganar, el paladar negro que lo evalúen los médicos.

Saben ustedes ¿Cuántas ligas tuviera Junior si fuéramos más los resultadistas en la ciudad? No lo sabemos, porque la derrota es un eterno retorno que siempre regresa, como sucede seguidamente en las participaciones internacionales.

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