Gracias por nada, señor Farías. ¡Váyase ya!

Carlos E. Mendoza Silvera | @cmendozasilvera
Yo no soy de darle palo a los jugadores que pertenecen al equipo de mis amores, y créanme, desde que tengo uso de razón y sentimientos hacia estos colores, he visto desfilar cualquier cantidad de ‘paquetes’ por la familia juniorista. Pero nada se compara con lo que he visto en Eder Farías, el atacante venezolano al servicio del Junior, traído a pedido de Julio Avelino Comesaña, ante la salida de Michael Rangel, por cualquiera que hayan sido las razones.
No voy a hablar de sus condiciones como deportista: como futbolista frustrado y periodista de corazón, me declaro impedido, pero sí voy a hablar del tema actitudinal.
Al principio creí que padecería la misma situación por la que atravesó el recordado paraguayo Roberto ‘El Búfalo’ Ovelar, quien en principio no se adaptó, pero se le vieron ganas, y de a poco se fue metiendo en el corazón de la hinchada ‘currambera’, pero a este señor, Farías, se le han dado las oportunidades, más de las que se le dieron a Ovelar, y no es ni sombra de lo que mostró en el otro club colombiano donde militó, en el que inclusó nos anotó.
Cada vez que agarra el balón se le nota desganado, sin ese hambre por triunfar y brindarle una alegría a la gente que en algún momento le tuvo fe; la misma gente que hoy se echa las manos a la cabeza o arruga la cara cuando miramos la nómina de inicialista y él aparece ahí. Ya es hasta incómodo verlo jugar: no entra en el circuito de juego, no se conecta con nadie, no hace algo en pro del equipo y las que le quedan para rematar, o terminan controladas por los guardametas rivales, o en manos de algún asistente en la gradería tras el arco.
Le agradezco la humildad con la que ha trabajado, pero sin nada más que añadir, señor Farías, váyase ya.
Este es otro Rangel, sino se siente bien que se vaya, y no perjudique al equipo, juega el equipo con un jugador menos.